miércoles, 3 de diciembre de 2008

"Danos Tu Mano" (por Jose A. Zújar)


"Sus ojos, su mirada que se perdía buscando la de ella; sus gestos sosegados y pacientes, su manera tan particular de trasmitir aquella leyenda cofrade, que sin más tan sólo era un hermoso relato de fe hacia la Madre de Dios, un relato tan bello que invitaba a navegar, por unos momentos, a un mundo que al alcance de unos pocos esta….
Porque, decía que la Amargura de la Virgen, es un misterio por descubrir que sólo se puede hacer en ciertos instantes.

Hace pocos años comenzó todo. Comenzó a fraguarse la que tiempo a esta parte se ha dado en llamar la leyenda del beso. Desde las alturas de su altar en Santa María, lugar donde descansa su pena la mujer, que un buen día los Ángeles decidieron bautizarla con el nombre de Amargura, sus hijos, aquellos que por contradicciones del destino hoy por hoy no se encuentran en este valle de lágrimas que es la vida misma. Aquellos que desde su infancia decidieron vestir una blanca túnica en aquellas añoradas Madrugadas Santas; aquellos que veían como derramabas esa Amargura por cada rincón de Guadalcanal en el amanecer del Viernes Santo; aquellos que desde el balcón de la infancia aprendieron a llevar con honor su devoción allá por dondequiera que iban; aquellos testigos anónimos que ante tu altar se postraban; aquellos que alguna vez tuvieron el privilegio de ser Costalero y rozar con su zapatilla ese empedrado suelo; aquellos que con tanto mimo y paciencia sus manos fabricaban su preciado tesoro, el costal de una vida cargado del mayor de los simbolismos posibles. Todos sin excepción se hayan en este preciso instante junto a ella; junto a la Madre de la Amargura, gozando, de la plenitud eterna de su belleza, alrededor de sus plantas. Entre esa saya celestial que dicen que los ángeles le han confeccionado para la ocasión. Están entre aromas primaverales evocando una y otra vez los recuerdos de su vida. En este marco tan excepcional se hayan esos hijos que un día de entre nosotros se marcharon al encuentro de la Amargura de los Cielos.

Dicen que al no saber explicar a los suyos el porque de su partida hacia la eternidad de la memoria, los Amarguros del Cielo, es así como se denominan, acordaron hacernos llegar por unos momentos esa estampa eterna con la que ellos gozan a cada segundo.

Y así fue. Cuando los fríos de diciembre irrumpen desde las Sierras que nos rodean. Cuando la luz vespertina comienza su peculiar partida con las sombras de la noche, sucede ese instante mágico. La leyenda se convierte entonces en historia real, cuando la Amargura de la Virgen es bajada del orbe celestial, envuelta en sencillos ropajes blancos, entre fragancias de jazmín y azahar, al mundo terrenal más concretamente a un lugar llamado Guadalcanal.

Es entonces, cuando al despertar la mañana víspera de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, ella, María en su bendita Amargura extiende su mano en su particular orbe celestial, que se encuentra ahora en Santa María.

Llegó y en mi se quedó esa Estampa, que día tras día, contemplan los Amarguros del Cielo, que sin quererlo se han convertido, en testigos silentes de la fe que emana de la privilegiosas manos de la Amargura.

La Amargura nos da su mano para que nuestros labios impriman en ella, los pesares, inquietudes, lamentos agonías y sufrimientos y ella sabe como aliviarlos.

La Amargura nos da su mano para que con nuestro beso sincero, sirva como bálsamo al frío que le invade al estar sola sin sus San Juanes de cielo.

La Amargura nos da su mano para que nos deleitemos con su mirada y nos cautivemos del amor que ella derrama.

La Amargura nos da su mano para navegar por el jardín de los sueños, porque dicen que a la Amargura sólo le falta hablar, pero que cuando partamos al encuentro de ella nos recibirá con las mejores palabras que una madre otorga a su hijo al recibirlo.


No hay soledad alguna porque ella la abarca en sí misma. "

José A.Zújar Chaves.

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